miércoles, 15 de mayo de 2013


                                                                




                                                ¡Y!...¿Y?...si ,y

lunes, 13 de mayo de 2013


La última carrera.


Y ahí estaba Santiago parado justo al borde, con su inconfundible cachucha de los Mets y su franela con el número 32 a la espalda. Tenso y nervioso como pocas veces se le había visto, tal vez era uno de los momentos mas difíciles en su vida, tendría que decidir en pocos segundos lo que tal vez le marcaría de por vida, tal vez hasta se arrepentía de estar en el montículo en que se encontraba, pero no había retorno, estaba ahí y debía de decidir…
 Alcanzó a escuchar a Nacho, que le gritaba, ¡lánzala! ¡lánzala  Chago! ¡lánzala ya!. Cerró los ojos y volteó un poco su cara al cielo esperando recibir una respuesta. Pero lo único que oyó fue la voz de Nacho que le  repetía ¡lánzala ya Chago!.
Movió su pie izquierdo, abalanzó un poco el cuerpo hacia adelante y haciendo un rápido movimiento de brazos, se deshizo de lo qué le quemaba las manos, la lanzó soltando un suspiro. Lanzó a la mujer que llevaba entre los brazos al precipicio, antes de marcharse alcanzó a escuchar un solo grito de dolor, tal vez el cuerpo había chocado con alguna saliente, corrió hacia la carretera donde lo esperaba Nacho en el coche con el motor encendido y la puerta abierta…  





La soprano


    Se decía que casi a la medianoche de todos los días, solía despertar a los vecinos con aquellos extraños ruidos que salían de su pequeño apartamento situado en la azotea del edificio.
    Nadie nunca quiso acercarse a su puerta a ver qué sucedía o a reclamarle algo; quizá era el temor a descubrir que lo que creían era cierto, o tal vez peor: que todo era infundado.
    Ella nunca hablaba ni molestaba a nadie, pues sabía que murmuraban a sus espaldas, que varios pares de ojos miraban por las cerraduras cuando pasaba; por eso prefería vivir de noche, en esa quietud que las sombras dan. Sabía que le decían “la bruja” pero no le importaba, lo que tal vez le molestaba un poco era la ignorancia y la nula autoestima  de sus vecinos.
    Continuamente se paraba frente al espejo y se gritaba “bruja, vieja bruja, ¡buu!”, para de inmediato soltar una carcajada; en verdad le divertía  burlarse de ella misma y pensaba en lo que dirían si la vieran haciendo esto, para al instante contestarse ella misma riendo “dirían vieja bruja y loca además”.
    Nunca recibía cartas ni visitas, no tenía teléfono ni televisor, no le gustaba usar la luz eléctrica ya que por la ventana siempre salía ese baile hipnotizante de las velas; había  adoptado dos gatos de los muchos que se daban cita al anochecer, a los que bautizó como Luz y Fer, que jugaban muy bien su parte pues cuando llegaban al apartamento de la señora arañaban la puerta y maullaban lastimeramente , así que vecino que los oía (y eran muchos) sentía congelársele la espina dorsal y corría a esconderse. Bueno, dicen que hasta hubo algunos que se hicieron en el pantalón, incluida una que otra dama -aunque en ellas no era muy notorio ya que sólo se les veían las piernas mojadas; el acabóse era cuando la señora les llamaba la atención a sus mininos, que aunque no gritaba muy fuerte, con la quietud de la noche y los oídos al pendiente, retumbaba en el edificio “¡Luz y Fer! ¡Aquí, ahora!”.
    Entonces se escuchaba el cerrar de puertas y ventanas quedando todo en silencio sepulcral, luego la dama solía cantar y recordar su no muy lejana juventud, sus noches en el teatro, el maquillaje, la música, los vestidos; en fin, todo.
    Para ella cantar era volver a vivir , era como una fuente de energía; por eso tampoco lo podía ni quería evitar, a las primeras notas aparecían en su ventana dos búhos  que frecuentaban el edificio debido a la gran población de roedores, producto del  nulo afán de limpieza de sus inquilinos.
    A uno le puso por nombre “Avernus” y al otro “Maldetus” como recuerdo de una obra en la que participó, así que cuando se juntaban sus cuatro adopciones y los llamaba uno tras otro, “Luz y Fer”, “Avernus  y Maldetus”, era el momento en que los vecinos chismosos  no asomaban ni la nariz por la orilla de la sábana, todo se quedaba quietecito quietecito, mas eso sí: con una tembladera general que hasta parecía que el edificio estaba bailando tap.
    La señora cantaba y cantaba mientras los gatos y los búhos le hacían coro, y ella siempre elegante con ese vestido negro aterciopelado y esa preciosa capa también negra que le arrastraba al caminar; mientras cantaba le gustaba cepillarse sus largos cabellos que caían en su espalda, para luego coger la escoba y bailar con ella como si fuera su galán. Cantaba y bailaba hasta transportarse al pasado, estaba feliz,  gritaba “Luz y Fer, acompáñenme esta pieza y ustedes Avernus y tú, Maldetus, traigan vino que esta noche es nuestra”; cantaba y bailaba hasta caer exhausta  en el único sillón que tenía, luego de un breve descanso salía a la azotea para admirar su enorme jardín celestial, luego se recostaba para dejarse bañar por la  luna; era entonces, cuando sus lágrimas mojaban su rostro, que la hacían despertar haciéndola acordarse de su soledad. Entonces  bajaba muy quedo por las escaleras, e iba deslizando bajo las puertas aquel sobre semanal con un billete y una nota que decía “Hola, amigos”; era tal vez por esto que los vecinos, a pesar del miedo, no se iban del edificio; creían que “la bruja” les pagaba por aguantar, pero la señora pensaba que estaba comprando amistad...





La niña y el niño
         


      Cuando era pequeña alguien le dijo que era fea,
una tonta si no imitaba  a  las demás,
con sólo dos palabras, le secuestró la confianza y su infancia.
 Creció entre sombras, silencio y soledad,
y la verdad es que ella era muy bella,
tanto por dentro, como por fuera, no albergaba rencor, ni miedo.
Sin embargo temía la presencia de los demás,
no le gustaba mirarse al espejo,
creía que ahí habitaba aquel ser lleno de maldad.  
Siempre peinaba sus cabellos a la luz de la luna,
y cuando las sombras abrazaban su entorno,
entonces ella se sentía en libertad;
le gustaba apuntar a las estrellas, como queriéndolas pinchar,
escuchaba el cantar del viento,
mientras desde su ventana  recorría con la vista toda la ciudad.
A los 13 años cumplidos se armó de valor y por fin salió,
era invierno y hacía frío,
le temblaban piernas y brazos mientras se agitaba su respiración;
caminó por las calles hasta llegar al templo de la ciudad,
al entrar encontró frente a ella a un hombre clavado en una cruz,
ella no le conocía, pero Él a ella sí,
con sus manos heladas, tapó su cara mientras decía,
soy fea y le voy asustar Señor, no me mire por favor;
está bien, voy a cerrar mis ojos,
pero te ruego que retires estos clavos que me causan mucho dolor,
ella obedeció, y al momento de sacarlos sintió que su corazón se llenaba de alegría.
Él le dijo entonces, ven, mi niña, dame tu mano, no temas.
Observa por estos agujeros que me han dejado y dime qué ves;
acercó sus ojos a las manos del Señor, y dijo,
veo a una niña que juega con las estrellas, que está llena de felicidad,
me gustaría ser esa niña tan contenta y bella;
ella eres tú, le dijo el Señor al oído, mientras la envolvía en sus brazos.
Al siguiente día encontraron un par de zapatos de niña sobre una banca,
y en los brazos de la virgen a su niño y a una niña que sonreía.

La Galería


Háblame quedito, casi susurrando,
                          para que nadie se entere, ni siquiera Dios;
            te habrás dado cuenta que somos el objetivo
                        de todas las miradas a nuestro alrededor.
           Siéntete segura, pon tu vista fija en el horizonte,              
                           como si estuvieses viendo el mar,
             no dejes que los  murmullos te debiliten,
                  acurrúcate como avecilla entre mis brazos
                          para que sientas mi protección.
       En un momento caminaremos para alejarnos de este lugar,
                                                       que antes era nuestro secreto
              pero ahora parece una plaza en ebullición.
           Camina altiva como una dama
 y no dejes que nadie te recorte al pasar,
        recuerda que estoy a tu lado como león enjaulado
        esperando que alguien te ofenda para saltar sobre de él.
           No te sientas culpable de lo pasado,
    sólo piensa en el futuro que hemos planeado,
       por eso nos vamos para empezar a vivir
                                lo que aquí no podemos hacer.
        Nosotros no provocamos esto,
                           ni somos culpables de nada,
           ni a ti ni a mí nos gustaba la pintura;
 fue la insistencia casi obligada de tu marido y de mi mujer,
       que hizo que nos conociéramos
                    en la famosa Galería de Lafayette.






                                                   La duda

                      

"Está nevando en París," alcancé a escuchar que comentaban por la televisión.
Qué bonito sería estar ahora mismo en lo más alto de la Torre Eiffel, poder ver desde ahí el manto blanco cubriendo la ciudad. Tal vez hasta pudiera transformarme en copos de nieve, y caer poco a poco por toda su geografía, ser parte del paisaje, ser parte de esa atmósfera parisina tan peculiar, caer sobre el Sena, y fundirme con sus aguas para ser parte de él.
O tal vez caminar por el corazón de Montmartre, y subir lentamente los cientos de escalones que separan del suelo al cielo la Basílica, disfrutando en el rostro, a cada paso, el choque de la blanca nieve, y sentirla correr por la piel, como si fuesen trozos de la deslumbrante belleza de Sacre Coeur.
O estar en lo alto de Notre Dame, como una quimera, y cuidar que los demonios no se acerquen y traten de acabar con esta postal.
"Está nevando en París”, me repetí en silencio, y yo aquí en este cuarto, a miles de kilómetros, y sin un peso en la bolsa. "París, París”, me volví a repetir; si no fuera por la fe de que algún día te he de conocer, ya me habría lanzado por la ventana de este octavo piso, tratando de comprobar si los muertos pueden volar…






Fiebre



La enfermedad, es la necesidad de los microbios
para tener su convención anual,
y ver si ahora sí te pueden reventar.






Más fiebre


Cuando uno enferma los virus están de fiesta; si uno agrava es que están tirando la casa por la ventana, pero si uno muere se ponen a llorar porque saben que nos llevó la chingada y en la panza de los gusanos vamos a terminar.






Elisa y Valeria

    “Elisa electriza” decía Raúl, cada fin de semana que se quedaban en su apartamento,
ahí donde nunca faltaron las pastillas ni el alcohol.
Ah, qué noches de lujuria y sudor, ah qué noches de sexo sin comparación.
Mientras, los padres de Elisa creyéndola aún pura y sumisa, seguros que se la pasaba estudiando en la casa de Valeria ­-que es igual o peor que su amada hija; las joyitas se conocieron al entrar a la ‘prepa’ e intimaron al darse el primer beso en los baños, el día que Valeria le insistió que no entraran a la clase del maestro Godoy.
Elisa con su cara de ratoncita y sus modales de señorita fielmente le obedeció, aunque por dentro se regocijaba de haber encontrado a alguien que viera el mundo como ella siempre lo soñó; platicaron y se tocaron solamente por gusto y diversión.
Valeria nunca antes había besado una mujer, Elisa en eso le daba clases al por mayor; desde la ‘Secun’ había probado los labios de varias compañeras del salón. Era una diablilla con disfraz de ‘yo no soy’.
Sus padres todo le creían y todo le daban con tal de no prestarle atención,  total ¿para qué?, si es una niña buena, es una niña educada, “sólo te faltan las alas, hijita” decía su mamá.
Elisa y Valeria, Valeria y Elisa, las dos siempre juntas de aquí para allá, terminaron la ‘prepa’ a punta de copiar y pagar exámenes extraordinarios con carne fresca y blanca, con su agregado de “otro ratito por el favor”; por cierto que mucho antes de la graduación, perdieron el himen al mismo tiempo las dos, con un par de tipos desconocidos “sólo por rebelión”, dijeron ellas.
Elisa les hizo creer a sus padres que había entrado a la Universidad, sólo le bastó escanear una matrícula y comprarse algunos libros al azar;  ella sabía que sus papis nunca  lo notarían, y… efectivamente así fue.
Mientras cada fin de semana eran noches mojadas, noches ardientes, noches de sexo pastillas y alcohol, noches de quejidos, maullidos, aullidos, gritos de placer, de saca y mete sin compasión, noches lujuriosas pero sin amor.
Valeria por su parte tuvo que trabajar; no tenía el dinero ni padres pasivos como los de su amiga.
Ni aún cuando a sus padres Elisa se les presentó encinta, quisieron enterarse por qué pasó.
Pasados los nueve meses la joven dio a luz, y el producto a sus padres les encajó; ella simplemente agarró algo de ropa, bastante dinero, y se marchó.
Los abuelos, abuelongos, blandongos nada  objetaron; sólo callaron y se miraron entre los dos.
De Elisa por mucho tiempo nada se supo; ni Valeria tenía noticias de ella, de aquélla que en tiempo pasado eran uña y mugre.
Hasta que un día alguien la reconoció en la foto de un periódico que al pie decía, que habían encontrado el cadáver de una mujer andrajosa en una callejuela a la orilla de la ciudad; en una mano tenía una jeringa, y en la otra una nota que decía “MAS VALERIA NO HABER NACIDO QUE HABER TENIDO PAPAS”.



A la contra



¡Albricias!, ¡albricias!
Pese a la diaria lucha por sobrevivir
¡desperté!,
y desperté completito, también hoy.



                                 

 ¿A la razón o al corazón?




No sé si hacerle caso a la razón o al corazón;
tengo que decidirlo pronto, no puedo ni debo dejar que el tiempo pase,
porque a cada segundo la herida se abre más
Y la incertidumbre no me deja vivir.
Ya debería yo de saber que esto pasaría,
que no sería fácil lidiar con la sociedad y menos con tus papás,
que enamorarse de alguien más joven
siempre nos pone en el centro de habladurías y de miradas inquisitorias,
nos rodea de manos listas con teas para encender la hoguera del pecador.
Tus diez años menos te hacen parecer frágil,
te quieren ver como una niña cuando ya eres una mujer,
se creen con el derecho a decidir por ti,
sin tener ni siquiera idea de lo que sientes tú;
piensan que llenándote de mentiras te van a alejar de mí.
La razón me dice que espere,
que el tiempo calla las bocas y aclara las mentes,
pero el corazón me dice que cada momento perdido
es como un siglo vivido sin tu calor.





La música y el dolor





Te vas ángel mío, ya vas a partir…
Fue lo primero que se escucho en la radio/despertador al encenderse, 4:30 a.m., eran las voces inconfundibles de Los Alegres de Terán  que tanto le gustaban a doña Rosario, mamá de Mariana y abuelita del pequeño Alejandro.  Chayito, díganme  Chayito, les decía a las personas que la conocían.
Dejaron su Cuencamé Durango querido, buscando como miles de paisanos un mejor nivel de vida, bueno, al menos algo pa’ llevarse a la boca. A pesar de ser tierra de generales revolucionarios, todo seguía igual o pior’, decía Chayito.
Decidieron venirse a Juárez  por insistencia de la comadre Juana, les contaba que acá en la frontera había mucho trabajo en las maquilas, y además, quien quite, y con un poco de suerte hasta podrían brincarse  pa’l  otro lado, ¿y porque no? con la ayuda de Dios y un descuido de los migras; ma’, me canso pa’ si no nos hacemos gringas, escribía la comadre, cada vez que les mandaba carta.
Fue luego que el Toño abandonara a Mariana con el niño de apenas meses, que decidieron venirse a probar fortuna, al cabo dijo la comadre que podíamos llegar con ella mientras nos acomodábamos, le decía doña Rosario a su hija. Vas a ver que la Virgencita nos va a ayudar, ya le prometí entrar de rodillas a la Catedral allá en  Juárez, vas a ver que mi Lupita querida nos ayuda.
 A la semana de haber llegado, ya estaba trabajando Mariana en una maquila en el parque Bermúdez, y antes del medio año ya se habían hecho de una casa que pagaban como renta allá para el rumbo de Rancho Anapra,

Dejando mi alma herida, y un corazón a sufrir…
En un santiamén ya estaba doña Rosario levantada calentado agua, para que Mariana se bañara. A jicarazo mi’ja, a jicarazo, pa’ que no se olvide del terruño, le decía su mamá  mientras le  preparaba café y su burrito de frijoles refritos con huevo, pa’ que no se vaya con la panza vacía, ya ve que a veces le dan esos cólicos tan juertes.
Y todo por la muina y las bilis que le hizo pasar el ingrato ese del Toño.
Quien iba a decir que se descarrilaría  tanto ese muchacho, si yo creo que hasta estaba esperando una chancita  pa’ sacar las uñas el muy desgraciado, que casualidad que nomás si’ba  pa’ la vinata de don Paulino, y  volvía como chamuco, rojo rojo, apestoso a yerba, y sin quinto en la bolsa. ques’que a trabajar, ¡si como no!  Luego le dio por juntarse con los del rancho “La Coyota”, ques’que a vender alfalfa, ¡si como no! si todos sabíamos que’ra la mariguana esa.

Te vas y me dejas un inmenso dolor…
Cuarto para las seis de la mañana, y ya iba Mariana rumbo a la maquila en el camión de transporte de personal, iba haciendo planes junto a su gran amiga Dora Isela, de lo que harían saliendo por la tarde del trabajo, era viernes y no trabajaban sábado ni domingo, además era día de pago, y su mamá ya sabía que llegaba un poco tarde.
Nomás cuídese de los “Toños’ mi’ja, y no haga cosas malas, y no se le olvide encomendarse a la virgencita pa’que la cuide, le decía su mamá,
Sabía que su hija tenía que divertirse un poco, era joven y no podía pasarse la vida nomás trabajando.
Vivían felices a pesar de las carencias, no se quejaban, tenían su casa y no les faltaba que llevarse a la boca, el pequeño Alejandro ya estaba por entrar al kinder

Recuerdo inolvidable me ha quedado de tu amor…
Serian tal vez las cuatro de la tarde, cuando en compañía de de varios amigos y amigas de la maquila se bajaron del camión en la calle Ugarte, por mayoría decidieron visitar primero “El Sinaloense” en la Avenida Juárez, y aunque Mariana no tomaba, si le volvía loca el baile, ¡y vaya que era buena! y en ese lugar tocaban buena música y la pista era de buen tamaño,  algunos tomaban, otros bailaban, todo era relajo y alegría.
Pasadas las diez de la noche el grupo ya era pequeño, por lo que decidieron retirarse,
Iban dando vuelta a la Ugarte, cunado el Beto les dice a Dora Isela y a  Mariana que lo acompañen un rato al “Pepe’s”, al cabo nos queda de camino, me tomó la última, mientras ustedes bailan o entran al baño, ya ven que en veces les dan ganas en la ruta y esta largo el tirón, además ahorita es temprano todavía. Entraron… 

Pero hay cuando vuelvas no me hallaras aquí…
Beto se sentó en la barra y pidió una cerveza, pidan lo que quieran, les dijo a sus amigas, al cabo yo picho, las dos pidieron coca cola, aún no le daban el primer trago a su refresco cuando se acercaron dos cheros a sacarlas a bailar, Beto al verlos hizo una mueca de disgusto, no le caían esos tipos; tejana, pelo largo cola de pato, camisa desabotonada, pantalones ajustados y botas picudas, mas ridículos no pueden ser, decía para sus adentros. Casi terminaba su cerveza cuando de reojo se le figuro ver que sacaban a la fuerza a una mujer, de inmediato busco con la vista a sus amigas en la pista de baile; no las vio, algo no estaba bien, se dirigió a los baños, y cual sería su sorpresa al ver saliendo de ellos a Dora Isela sangrando por la nariz y llorando, ¿qué te pasó? ¿Dónde esta Mariana? ¡Fueron los cheros Beto!¡fueros ellos!¡ se la llevaron a la fuerza! decía Dora Isela entre sollozos y dolor, espérate aquí,  le dijo Beto abriéndose paso entre la gente, salió lo más rápido que pudo del lugar, y cómo era de esperarse, no encontró a su amiga, fue en vano preguntarle al cigarrero que se encontraba a un lado de la puerta si había visto a su amiga, y cómo siempre pasa en estos casos nadie se da cuenta de nada. Regresó por su otra amiga mientras pensaba que iban hacer…

Iras a mi tumba y allí rezaras por mi…
Dónde andará mi’ja virgencita, ¿dónde? Ya son las dos de la mañana y ella nunca tarda tanto; ay Diosito que no le haya pasado nada; ¡virgencita chula! prometo llevarte tus flores, pero ya traime a mi’ja por favor.
Faltaban unos minutos para las cuatro de la mañana. Chayito no aguanta mas, y decide  pedirle ayuda a Panchita su vecina, necesitaba dejar al niño con alguien, y conseguir quién le diera un raid  al centro, sabía qué ella y su esposo Don Gonzalo eran bien buena gente, además quién mas podría echarle la mano…
Mientras tanto afuera del “Pepe’s”, Beto y Dora Isela preguntaban inútilmente por su amiga. Detuvieron una patrulla que pasaba en esos momentos, informaron y pidieron ayuda a lo uniformados, estos hacían como que ponían atención, para luego con voz burlona decir; ¿cómo ve pareja? a mi se me hace que la chava les dio jalón ¿no? ¿o qué opina usted? no, pos’ si pareja, a mi también se me hace que se jue’ por gusto, si no pos’ hay que esperar las 48 horas ¿no? eso dice la ley.  -¿Pero cómo 48 horas?- dice Beto ¡esto es una emergencia! -¡Mejor cállate vato!- le contesta uno de los policías, y mejor retírense, no vaya a ser que nos los llevemos detenidos por alterar el orden, la chamaca ya aparecerá por ahí.
Don Gonzalo llevó en su troca Ford 62” a Chayito, a todo lugar donde pudiera encontrar a su hija, a la cárcel de piedra, al hospital, a la cruz roja, al seguro, en fin, no hubo lugar que no visitaran, más todo fue  inútil, a Mariana  parecía habérsela tragado la tierra…   

Veras unas letras escritas ahí…
Pasaban los días, y a Chayito se le veía cada vez mas acabada, casi no comía, y en cuanto amanecía, seguía  su  diario peregrinar por las diferentes dependencias y calles de la ciudad en busca de su querida hija; si no fuera por el pequeño Alejandro que era quien en su inocencia le daba un poco de fuerzas, quien sabe que hubiera pasado ya.
A los cinco días, aparece una nota en el periódico, informando del hallazgo otro cuerpo de mujer, cerca de “Los Arenales”, allá en el valle de Juárez, la noticia corrió con morbo incendiario por todo Anapra, y más temprano que tarde, llegó a oídos de Chayito.
Ay madre mía de Guadalupe, qué no vaya a ser mi’ja, qué no vaya a ser, ay San Martincito qué no sea mi’ja qué no sea ella, qué no sea mi Mariana por favor.
La nota decía que la mujer estaba con la blusa rasgada y sin ropa interior, qué el hallazgo había sido fortuito, debido a que unos chamacos jugaban por el lugar,
 Chayito sabia que tenia que afrontar la situación y estar segura si era su hija o no, así que se dirigió a casa de sus vecinos Panchita y Don Gonzalo, quienes con toda la solaridad que en esos momentos se puede y se le debe brindar a los amigos, acompañaron a Chayito al Hospital General que era el lugar a donde llevaban los cuerpos.
Tiene que esperar a que llegue el forense señora, -le dijeron,-llegó usted a la hora de la comida, y es el único que puede atenderla y pasarla a reconocer el cuerpo. Ahora que si trae prisa; a lo mejor si deja pa’ las sodas, pues a lo mejor no la veo que entra en la puerta aquella y asunto arreglado.
Con todo ese dolor e incertidumbre que la pobre mujer cargaba, con voz apenas audible,  contestó al individuo, -no traigo dinero señor, espero a su jefe, y ojala usted y él nunca pierdan el apetito…

Con el nombre y la fecha…
Chayito entró, después de dos eternas horas de espera al maloliente cuarto que servia como deposito de cadáveres, al fondo de este había dos  planchas ocupadas por el mismo numero de cuerpos; es la segunda, le dijo el forense, acérquese sin miedo señora, al cabo no muerden.
Chayito ni siquiera lo escucho, no estaba para aguantar a gente tan ruin y poco hombre, acercó lentamente su cabeza y posó su vista en el rostro aquel; su cuerpo comenzó a temblar fuertemente, mientras metía y sacaba los dedos de sus manos por entre su cabello como queriendo arrancarlo, soltó un grito desgarrador y comenzó a llorar, al momento de escuchar esto, Panchita le dice a su esposo, ¡ándale Gonzalo! corre a ver qué pasó, Don Gonzalo, se levanta y se dirige a donde se encontraba Chayito, mas por amistad que por ganas, nunca le han gustado los funerales, menos el lugar a donde estaba por entrar, pero, pues pa’ que son los amigos no.
Entró y abrazó tiernamente a su amiga para sacarla del lugar, la sentó junto a su esposa quien ya tenia un cono con agua para ofrecerle a la pobre mujer, por varios minutos nadie dijo nada, ni siquiera los insensibles trabajadores del lugar, se miraban el uno al otro, sin saber que hacer.
Hay que ser fuertes Chayito, hay que respetar los designios del Señor, -le dijo- Panchita a su amiga, no Panchita, no, -contestó- Chayito con la voz entrecortada por el llanto; resignación Chayito resignación,- repetía -Don Gonzalo, no Gonzalito,no,- contestó a su vez Chayito,- luego de algunos minutos, el matrimonio decide sacar a su amiga a que le diera un poco el aire, la impresión había sido demasiado fuerte y tenia que calmarse para poder terminar con el tramite, cruzaron la calle y compraron aguas frescas, Chayito pidió una de melón, le recordaba a su hija cuando era pequeña, yo quiero de mielon, yo quiero de mielon mamita, le decía cuando salían de misa los domingos allá en su Cuencamé querido.
Le dio unos sorbos al vaso de agua fresca, mientras cerraba los ojos y repetía el nombre de su hija y el de su nieto.
Al verla un poco mas tranquila le dice Panchita, ¿ya quiere que volvamos allá? o ¿quiere que esperemos un poco mas? -No, es que no voy a regresar a ese lugar,- contesta,- pero tiene que ir a firmar pa’que nos entreguen el cuerpo, -dice-, Don Gonzalo.
-No, ya no voy a entrar- pero Chayito, es que tiene qué, nosotros nada podemos hacer.
 -La niña que está ahí, no es mi hija, no es mi Mariana;- ¿esta segura de lo que dice? Le pregunta Panchita, a lo mejor por el dolor no quiere aceptar.-No, no es mi hija, pero me da tanto dolor como si lo fuera, solo una madre conoce el dolor de perder a un hijo, y ahí esta esa pobre inocente, sola y con frío, esperando a que venga su mama para que la bañe con sus lagrimas, y le quite de encima el sudor y el olor del infame que la mancillo.-
Abordaron la Ford y agarraron camino de regreso, casi no hablaron durante el trayecto, Chayito sabía que le esperaban noches de desvelo y angustia, pero no perdería la fe, su hija tenia que aparecer.

Y el día en que fallecí…
 El pequeño Alejandro siguió creciendo, mientras los cuerpos de jovencitas siguen apareciendo por varios rumbos de la ciudad, de Mariana hasta la fecha no se sabe nada, Chayito no pierde la fe de encontrar a su hija, viva o muerta, lo que quiere es saber donde está. En un tiempo pensó en regresar a su tierra, pero no podía dejar a su hija por aquí. le sigue gustando mucho la música de los Alegres de Terán, y en cuanto escucha  Te vas ángel mió…no para de llorar hasta el final de la canción



* en negritas y cursivas, son parte de la letra de la canción “Te vas ángel mío” original del Sr. Cornelio Reyna Cisneros