Háblame quedito,
casi susurrando,
para que nadie se entere,
ni siquiera Dios;
te habrás dado cuenta que somos el
objetivo
de todas las miradas a
nuestro alrededor.
Siéntete segura, pon tu vista fija
en el horizonte,
como si estuvieses
viendo el mar,
no dejes que los murmullos te debiliten,
acurrúcate como avecilla entre
mis brazos
para que sientas mi protección.
En un momento caminaremos para alejarnos
de este lugar,
que antes era nuestro secreto
pero ahora parece una plaza en
ebullición.
Camina altiva como una dama
y no
dejes que nadie te recorte al pasar,
recuerda que estoy a tu lado como león enjaulado
esperando que alguien te ofenda para
saltar sobre de él.
No te sientas culpable de lo pasado,
sólo piensa en el futuro que hemos planeado,
por eso nos vamos para empezar a vivir
lo que aquí no
podemos hacer.
Nosotros
no provocamos esto,
ni somos culpables
de nada,
ni a ti ni a mí nos gustaba la pintura;
fue la insistencia casi obligada de tu marido
y de mi mujer,
que hizo que nos conociéramos
en la famosa Galería de
Lafayette.
No hay comentarios:
Publicar un comentario