lunes, 13 de mayo de 2013


                                                   La duda

                      

"Está nevando en París," alcancé a escuchar que comentaban por la televisión.
Qué bonito sería estar ahora mismo en lo más alto de la Torre Eiffel, poder ver desde ahí el manto blanco cubriendo la ciudad. Tal vez hasta pudiera transformarme en copos de nieve, y caer poco a poco por toda su geografía, ser parte del paisaje, ser parte de esa atmósfera parisina tan peculiar, caer sobre el Sena, y fundirme con sus aguas para ser parte de él.
O tal vez caminar por el corazón de Montmartre, y subir lentamente los cientos de escalones que separan del suelo al cielo la Basílica, disfrutando en el rostro, a cada paso, el choque de la blanca nieve, y sentirla correr por la piel, como si fuesen trozos de la deslumbrante belleza de Sacre Coeur.
O estar en lo alto de Notre Dame, como una quimera, y cuidar que los demonios no se acerquen y traten de acabar con esta postal.
"Está nevando en París”, me repetí en silencio, y yo aquí en este cuarto, a miles de kilómetros, y sin un peso en la bolsa. "París, París”, me volví a repetir; si no fuera por la fe de que algún día te he de conocer, ya me habría lanzado por la ventana de este octavo piso, tratando de comprobar si los muertos pueden volar…





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