¡Jalogüín!¡
jalogüín!, ¡queremos jalogüín!
¿Queremos qué?¡
ja-lo-güín! ¡queremos jalogüín!,
van gritando y pisoteando
por las calles
de
esta ya tan golpeada ciudad,
una de nuestras más coloridas y
respetuosas tradiciones, como es el día de muertos.
Ahí van los
niños en pequeños grupos, como ovejitas descarriadas, guiadas por
un mal pastor,
con esos disfraces que en vez de dar risa o miedo, dan
pena.
¡Jalogüín!¡
jalogüín!, ¡queremos jalogüín!
¿Queremos
qué?¡
ja-lo-güín! ¡queremos jalogüín!
poco a poco van medio llenando sus bolsas con golosinas,
a la vez que
van perdiendo su identidad, ¡gracias, papá y mamá,
por empujarnos
más a ninguna parte!
Ahí van entre gritos, y
siguiéndose las sombras,
pidiendo sin saber el porqué,
van
cambiando su inocencia por una calabaza hueca.
¡Jalogüín!¡
jalogüín!, ¡queremos jalogüín!
¿Queremos qué?¡
ja-lo-güín! ¡queremos jalogüín!,
en
la adolescencia se paga la consecuencia,
en preparatoria y escuela
superior se sufre la ignorancia,
y con desgano hay que poner un
altar,
sin tener la más remota idea de cómo, ni con qué,
y sólo
para no reprobar el semestre. ¡Gracias, papá y mamá,
por haberme
convertido en un excelente robot consumidor,
sin saber de dónde
vengo, ni a dónde voy!
¡Jalogüín!¡ jalogüín!,
¡queremos jalogüín!
¿Queremos
qué?¡
ja-lo-güín! ¡queremos jalogüín!
¿Qué
significa la foto, el espejo, el reflejo?, ¿y qué el arco,
el
copal, o las velas?, ¡dímelo, papá! ¿Qué significa el agua,
las
calaveras, la comida, el tequila? ¡dímelo, mamá!
Ahí
van las nuevas generaciones, tratando de imitar lo desconocido,
balbuceando palabras sin sentido, cambiando su futuro
por un puñado
de dulces; ahí van acompañados de adultos,
que dicen van a
cuidarlos de extraños y del peligro.
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