jueves, 29 de agosto de 2013

Las bolas



¿Y usted cómo se gana el dinero? fue la primera y única pregunta que salió de las fauces del agente vestido de azul, semejando a un humano a cargo de la ventanilla.
“Dinero”, única palabra que revolotea en las cabezas de estos seres, cual si fuera un pájaro atormentado en una jaula; ¡dinero! ¡dinero! ¡dinero! Pobres, no se dan cuenta la tristeza que causan, ante la gigantesca dependencia que tienen de algo que en realidad no tiene valor; no notan  que son unos autómatas al servicio de un patrón, que los maneja y se mofa de haberles robado la voluntad, de haberse apropiado de sus almas, que es lo único que los distingue de cualquier otro animal; que les cuelgan en la cintura y donde se pueda, objetos y artefactos como si fueran arbolitos de navidad, que les dan un diploma o una placa por haber sido el peor, ¡sí, el peor! Porque los buenos no sirven a su colección; pobrecillos, qué lástima me dan.
Yo cuando era niño hasta les tenía temor, los veía con sus caras petrificadas, heladas, caminando con la vista en alto, mirándote hacia abajo; no sabía entonces que eran como robots, que les habían lavado y secado el cerebro, y esa mirada fija y caída, era por una pija mal puesta en su interior.
¡Yes, sir! ¿Can I lick your balls? ¿Or do you prefer your shoes?
¡Yes, sir! ¡Yes, sir! ¡Yes! ¡Yes! ¡Yes!... Mmmmm ¡YESSS!





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