jueves, 29 de agosto de 2013

Tentación



“El olvido es una bolsa llena de recuerdos”, dijo Uriel, cuando Gabriel le pidió que ya no le recordara la situación en que se encontraban. “Quiero olvidarme de todo, y tú no ayudas. Ya sé que caímos en la tentación de la carne, que fuimos débiles, pero ¿por qué él no nos ayudó a tener la suficiente fortaleza? Siempre fuimos fieles y obedientes; sin embargo el primer tropiezo, y ya ves”.
“Sí, es triste, lo sé; pero lo hecho, hecho está. Además él no tiene la culpa, acuérdate que la decisión fue nuestra”, dijo Uriel, “pero si él presentía que algo iba a pasar debió darnos una señal”, contestó Gabriel.
“Los dos somos culpables, cargamos el mismo pecado, no lo hiciste tú solo”, dijo Uriel, tratando de confortarlo ya que para Gabriel era difícil dejar de sentirse culpable; le dijo “vamos a repasar el por qué del suceso y tal vez te haga sentir mejor”.
“No. No, ya te dije que prefiero olvidar; no quieras solucionar lo que no tiene perdón”.
“Gabriel, escúchame: lo que hicimos no es tan malo. Es más, yo creo que hicimos lo correcto; peor hubiese sido no haber hecho nada. Piénsalo con detenimiento y verás que tengo razón”.
“Estás loco, Uriel, completamente loco; si todo fuera como dices, él no nos habría castigado de esta manera tan cruel. ¡Mira que dejarnos solos en el momento que más le necesitábamos!”
“Bueno, pero ¿de qué forma querías que actuara al darse cuenta de lo que había pasado? Yo creo que hasta se portó benigno y nada rencoroso”.
“Tal vez tengas razón, Uriel, pero yo insisto en que no debió abandonarnos, y menos en este lugar tan frío y silencioso. Y todo por la tentación de la carne…”
“Basta de lamentaciones, Gabriel; mejor busquemos la forma de pedirle perdón, de hacerle ver que en verdad estamos arrepentidos y tal vez hasta seamos reinstalados, ¿o es que quieres cargar de por vida con el error? Claro que no ¿verdad? Entonces vamos encontrando mejor una salida”.
“Sí, tal vez tengas razón, Uriel. ¿Qué es lo que propones entonces?”
“Por principio, vamos aceptando que fallamos a su confianza y que no volverá a pasar, que por más ganas que tengamos nuestra voluntad será férrea; él tendrá que darse cuenta y tal vez todo vuelva a ser como antes, y tengamos otra vez la confianza de él”.
“Está bien, Uriel, creo que es lo mejor; hagámoslo así entonces”.
Al día siguiente, al despertar la ciudad, se oyeron en un lugar no muy lejano las voces de Uriel y Gabriel que al unísono decían “señor, ésta es la primera y última vez que tendrá queja de nosotros; no volveremos a coger un solo gramo de carne de su establecimiento para dárselo al hambriento, ni gastaremos su agua con los que tienen sed”.
“Está bien, creo que han aprendido la lección, par de redentores devaluados”, les contestó el patrón. Enseguida les abrió la puerta del cuarto frío, y dándoles la espalda les dijo “¡a trabajar, holgazanes! que por platicar no pagan…”








No hay comentarios:

Publicar un comentario