jueves, 29 de agosto de 2013

Ocho y diez


Serían como las ocho con quince, o tal vez las nueve de la noche; en realidad no lo sé, ni creo que importe mucho la hora exacta, no sé por qué todo tiene que rondar a eso de las ocho. Tal vez sea porque mi madre me dijo que a esa hora nací, yo no lo sé; pero si ella lo dijo, así debe de ser, y no creo que haya alguien que refute esto, a menos de que esté dispuesto a perder algunas piezas dentales. No lo creo, la gente no es estúpida, se hace, para tragar a puños, bueno, no es estúpida ¡pero hay cada bestia! que lo único que le hace falta es babear. Porque berrear lo hacen muy bien.
Total, no sé por qué me pongo a pensar en ellos, si la gente nunca ha pensado en mí; y  no es que le dé importancia, sino que me da rabia tenerlos cerca…
Por eso me alejo, pero entre más lo hago, parece que les digo que me busquen, como si jugásemos a las escondidillas. ¡Estoy harto!... De tener que verles sus caras sin rostro, de tener que oírles su palabrería sin sentido. El simple hecho de tener alguien frente a mí me revuelve el estómago, y me dan ganas de golpearlo, ¡y lo hago! ¡desde luego que sí! ¿por qué habría de quedarme con las ganas? ¡ni que fuera como ellos! Me gusta ver cómo les corre la sangre cuando les golpeo la cara; sus narices son como volcán en erupción… a veces  tengo suerte, y con un buen golpe o patada en el estómago caen al suelo sin aire y retorciéndose de dolor; ya caídos, se enroscan como fetos tratando de cubrirse. Ilusos, así es como los puedo patear mejor, y oír el crujir de sus costillas, que cómo me hace sentir bien, ¡endiabladamente bien! Aunque en realidad no sé si es por verles sufrir o por el hecho de sentirme superior, ¡porque eso sí! soy mejor que ellos… A mí no me hace llorar el dolor, ni pido clemencia en ninguna situación.
¡Cretinos! Eso son, unos grandes cretinos, mal paridos. A los primeros golpes, ya están pidiendo que no los lastime más, quesque ellos no me han hecho nada, ¿que por qué lo hago? Que esto. Que lo otro, ¡bah! Deberían ser hombrecitos como yo, pero cómo lo van a ser, si ni siquiera meten las manos cuando les caigo encima. No creo que sea porque los ataco por la espalda. ¿O porque espero el momento en que más descuidados están? Y si así fuera, no es mi culpa; yo no les digo que vayan tan distraídos, ése es su problema, no el mío. Ya bastante  hago con pegarles hasta dejarlos sin sentido; además ellos son los que se topan conmigo. Si no quisieran tener problemas, tendrían más cuidado. Si ya saben que ando por aquí, váyanse por otro lado… además, así soy porque así lo quiso Dios…
 Si Él no lo hubiera querido, yo no hubiese nacido, y la gente tendría la seguridad de que no habría peligro al caminar por las calles después de las ocho y diez…





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