jueves, 8 de agosto de 2013

Mi fugaz paso por Europa



Ir a Europa puede ser la experiencia más grande de nuestra vida, o por increíble que parezca, una decepción para algunas personas que están demasiado contaminadas por la pseudo-cultura (si es que existe alguna) norteamericana; situación grave, ya que es una pérdida de tiempo y dinero que pudieron haber empleado éstas en alguna frivolidad. Bueno, para volar allá salimos de El Paso TX vía Atlanta, por supuesto luego de pasar la denigrante revisión antiterrorista de los gringos, ya que el tamaño de su miedo nos da el grado de ésta.
Saliendo de Atlanta volamos sobre Washington–New York–Alberta y Québec en Canadá, para tomar el océano pasando a unos kilómetros de Groenlandia y enfilar hacia Irlanda–País de Gales–Inglaterra, finalmente cruzar el Canal de la Mancha para entrar en Francia, y aterrizar en el gigantesco y moderno aeropuerto “Charles de Gaulle”.
Todo esto después de recorrer 7,550 km. en aproximadamente 8:40 hs., a una altura de 10,620 mts., con velocidad de 1,060 km./h. – 850 km./h., con temperaturas promedio de –25 grados.

I – Francia

La primera sorpresa (por supuesto como lo serían todas –agradables –en adelante) fue al llegar a la revisión de pasaportes con el personal francés, que al empezar a formarse la gente inmediatamente abrió más líneas para ahorrar tiempo; el agente solicita tu pasaporte, escanea el código de barras y te da la bienvenida. Tal vez dos minutos, sí, dos minutos para entrar a Francia y a una de las más bellas ciudades del mundo: París.
Después de recoger las maletas nos trasladan al hotel “Citea” que está, según nos dicen, en las afueras de la ciudad; tardamos unos 40 o 50 minutos en llegar ya que el tráfico era intenso, a pesar de que suponemos nosotros que no son horas pico… pero ¿quiénes somos para empezar a suponer?, deberíamos buscar la manera de ampliar nuestros sentidos y sacudir el cerebro para así poder acumular más imágenes, sonidos, colores, recuerdos…
Total, ya en el cuarto del hotel que tenía  baño, cocineta, estufa, micro, refrigerador, platos etc. Lo único que hicimos fue lo que debíamos hacer: dejar las maletas botadas y bajar al lobby para ver con los compañeros el mejor plan, que fue el que teníamos en mente… ir al barrio de Montparnasse y de paso conocer Sacre Coeur, la catedral del Sagrado Corazón. Para esto tuvimos nuestra primer aventura en el Metro que fue realmente fácil ya que hay demasiada información, y junto con un compañero del grupo nos dimos a la tarea de guiar a las 14 personas que éramos; al llegar al barrio inmediatamente sentimos el contacto con la bohemia, con sus cafés al aire libre, pasamos por el cementerio de Montparnasse donde descansan Baudeliere, Sartre, Beauvoir, Beckett entre muchos otros.  La calle por donde caminábamos iba por arriba del cementerio, por lo que vimos gran cantidad de tumbas, todas ellas con grandes lápidas labradas.
Caminamos hasta Sacre Coeur y el ver la catedral fue el primer choque interno de emociones, como un chorro de agua helada que te despierta a la realidad, al verdadero mundo, a la civilización; la primer probada de grandeza, que nos estaba esperando para que nos llenáramos de ella; la prueba palpable de que sí existe un mundo mejor, de que Dios existe.
La catedral está en lo alto de una colina a la que la gente llega por una empinada y agotadora escalinata; claro que hay un transporte mecánico para los flojos y vacíos que no les interesa dejar el sudor y el cansancio en el suelo francés…
Volviendo a la catedral: su arquitectura es romano–bizantina, tremendamente blanca por fuera, por dentro está llena de estatuas de santos, de vitrales, y en las paredes mosaicos bizantinos. ¿Qué más se puede pedir para empezar un viaje? Esto fue el 15 de julio.
Al siguiente día, 16, después del desayuno (puré de fruta, yogurt, quesos, baguettes, croissants, café, leche) al  Metro para ir a conocer a la “dama de París”, como se le conoce a la Torre Eiffel. Al ir allá en el Metro hay que hacer varios transbordos, y es cuando te empiezas a dar cuenta del mundo subterráneo de los trenes, que es como un gran pulpo con cientos de tentáculos; entonces eres partícipe de la organización y puntualidad de los franceses.
Es nuestro segundo día… todo es limpio y perfecto… salimos del túnel después de varios trenes (por cierto: con un boleto puedes viajar por toda la ciudad, mientras no salgas a la calle), caminamos como diez minutos sin ver la torre ya que unos inmensos árboles nos tapaban  la vista… pero al momento más inesperado surge como lo que es: una gigantesca dama que mira a todos a sus pies. Es imponente de donde la veas: su base, la parte media, su antena, sus juntas, su estructura, su tamaño, su color… toda.
Tuvimos suerte en llegar temprano, ya que la línea para comprar boleto y poder subir aún no era tan grande (50 min.); se sube por elevadores (30 personas aproximadamente) hasta el tercer nivel… 300 mts., claro que visitando el primer y segundo nivel, y como algunos no van hasta el tercero, hay que tomar el elevador (30 a 60 min.)
Estando arriba sientes a París, ves todo París desde ahí; se respira diferente, sientes que tus pulmones se extasían con ese aire, sientes que te faltan ojos para ver, sientes la grandeza de los hombres de bien y lo insignificante de los que se dedican a dañar, te das cuenta que se puede soñar sin temor a despertar… lo único que no ves desde ahí es la torre, todo lo demás está ahí, pequeñito a tus pies. El hombre es grande cuando lo quiere ser. Después de pasar dos o tres horas, no lo sé, tuve que bajar. Aún hay mucho que explorar…
Nos fuimos en autobús a Notre Dame, que para qué lo digo (pero lo voy a decir): autobús nuevo, limpio, barato, qué más.
Llegamos después de caminar algo, y vimos en la isla en medio del Sena la catedral gótica más hermosa que he visto (¿he visto otra?)… Notre Dame frente a mí… te quedas sin aliento, tal vez como asmático; frente a mis ojos lo máximo en gótico. Al entrar está uno a punto de infarto, esto es demasiado para un latinoamericano que vive cerca (por desgracia) del país hamburguesero de América. Dentro de la catedral quisiera tener la posibilidad de girar la cabeza  360 grados –aunque la lucha se hace–, todo esto rebasa lo que creí conocer en fotografías o datos escritos; es increíblemente bella, llena de esculturas, de relieves, vitrales, pinturas, maderas talladas, etc.
Estoy robando energía de los muros y de donde se puede, ya que hay partes que no se dejan; se me engrandece el pecho a más no poder, respiro profundo y exhalo antes de salir porque desgraciadamente hay que hacerlo, el mar de gente te obliga. Pero no puedo irme sin caminar por el pasillo central, ahí por donde Napoleón caminó para coronarse… y claro que lo hice, caminé y palpé el lugar. Salí y eché un vistazo al Sena y a la catedral, para luego ver algo de lo expuesto por los artistas urbanos.
Jueves 17: nos vamos al Palacio de Versalles a 20 km. de París, hogar de Luis XVI. ¿Qué fue lo que nos encontramos al llegar?: unas inmensas construcciones con una medio kilométrica explanada para poder acceder  al palacio, donde lo que hay son salones y recámaras grandísimos, todo con derroche de espacio, lujo y opulencia; paredes con esculturas y grabados en oro, los techos contienen grandes pinturas con la historia de los reyes y lo divino, grandes cortinas, bellos tapices, los pisos son originales. Todo te hace sentir la presencia del pasado.
Luego de un largo recorrido por el palacio, y por supuesto habiendo visto sólo una mínima parte, salimos al extenso jardín cuya frontera llega más allá hasta donde alcanza nuestra vista; hay miles de plantas, esculturas por todos lados, un lago artificial, un estanque artificial rodeado de bellas figuras en bronce… el solo hecho de ver y sentir este lugar es relajante.
Regresamos a París para hacer un paseo panorámico en el cual pudimos bajar en algunos sitios; paseamos por la avenida más hermosa del mundo: los Campos Elíseos; por el grandioso Arco del Triunfo; por la Plaza de la Concordia, por la Plaza de la Bastilla (donde estaba la temida guillotina), por el Panteón, por la Alcaldía… donde la oficina principal no tiene puerta ni cortina porque el encargado no tiene nada que esconder; por el  Parque Luxemburgo, por la Escuela Militar donde estudió Napoleón y era despreciado por su tamaño.
Aquí hago un paréntesis para algunas observaciones: el parque vehicular es óptimo, autos chicos y nuevos, hay miles de motocicletas y bicicletas; todo en París está planeado a futuro… arquitectura, trazado de vías vehicular, ciclista y peatonal; la cantidad de árboles, incluso el grado de luz y sombra de éstos.
Escuchar hablar el francés es miel para los oídos; todo es asquerosamente perfecto, se fuma mucho, hay mucha gente paseando a sus perros y sin embargo las aceras lucen limpias. En París viven dos millones de personas pero a su alrededor diez, lo que la hace una ciudad grande; está dividida en 20 delegaciones, cada una con su alcalde. Quizá es la clave para ser como es: la educación es impartida por el Estado y es de lo mejor, hay escuelas privadas donde la mayoría de los estudiantes son extranjeros, y no son de la calidad de las oficiales; el Metro es otra ciudad donde también se ve que la gente lee mucho, la gente es amable. París es muy caro, aunque se pueden encontrar opciones.
Viernes 18: por la mañana deliciosos huevos con cebolla, tomate y chili bean en el cuarto; abajo sólo café y pan… ¡qué sufrimiento estar aquí! Luego, lo más esperado: el Museo de Louvre. Estoy que me tiembla el cuerpo, y lo mejor es que no vamos a hacer línea, no hay que esperar: directo a las entrañas del gigante cultural, increíblemente monstruoso, excitante, bellísimo.
El primer golpe que nos da son esculturas de Miguel Ángel, que tenemos a sólo 30 cm. de distancia; de ahí seguimos con un bombardeo pictórico… Tiziano–Rafael–Leonardo–Miguel Ángel–Delacroix, pinturas “La Virgen de las Rocas” –escalofriante–, “La Coronación de Napoleón” –increíble–, “La Gioconda” –estúpidamente no lo creo… mas estoy ahí–; pinturas bizantinas en heladas salas; me siento en el limbo (no lloro porque si lo hago, no podría parar), esculturas griegas por doquier…
Toco lo que puedo, me embriago de historia, paso mi mano por los bordes y patas de una mesa que perteneció a Richelieu y retrocedo en el tiempo; veo la corona de Carlo Magno, que aunque es de diseño demasiado sencillo su historia es gigante; a 20 cm. de mi rostro un trozo del Partenón griego, y enfrente, una puerta italiana del siglo XII; en la siguiente sala, como toda una diosa: la Venus de Milo, que al verla tan cerca y tan  viva  hace que se sienta uno enfiebrado con escalofríos, que al tenerla tan cerca de sólo centímetros hace que tiemble el corazón… yo sé que si la toco me infarto, o lo peor aún, terminaría en la Gendarmería. Después de esto, estar frente a una Esfinge es lo máximo que un ser común puede aguantar de golpe. Lo repito con toda seguridad: por más que leamos y veamos fotografías, estar en el Louvre rebasa la imaginación. Gracias, París, por permitirme ser uno de los más de 73 millones de visitantes que tienes.
Salimos del Louvre y yo, sin aliento; además, como soy masoquista, dije: “a caminar por Tullerías, luego por la orilla del Sena hasta la dama de París a dedicarle más tiempo”.
Por cierto: me olvidaba de que la noche anterior hicimos un paseo en barco por el Sena como de dos horas, en que vimos cantidad de puentes y nos tocó ver la torre iluminada.
Bueno, de la torre caminamos hasta el Arco del Triunfo para despedirnos de él, aprovechando para ver otra vez esa hermosa avenida de los Campos Elíseos; estuvimos un tiempo en el Arco hasta que empezó a lloviznar, por lo que decidimos regresar ya agotadísimos al hotel. Al salir de la estación del Metro compramos una especie de lonches riquísimos a $4.50 E., y dos botellas de tinto Bordeaux  a $2.70E. Merci, Francia, merci. En la mañana a las 6:30 salimos rumbo a la ciudad eterna: Roma.
Sábado 19: salimos rumbo a Turín (820 km./8 hs.), van algunas horas de camino y lo que he visto me asombra, la red carretera es excelente, amplias y como si fueran  nuevas; los señalamientos igual, en excelente estado, firmes y claros… no hay uno solo que haya servido de tiro al blanco, o que esté doblado en su base o que esté rayado. Hay una cerca a lo largo de los kilómetros en perfecto estado; lo que más me impresiona es una malla ciclónica que cubre las laderas vecinas –no importando si son 25–50–30 mts2–, bien fijas para proteger los deslaves.
A lo largo y ancho hay conjuntos de casas y todas tienen sus caminos bien pavimentados, cuentan con luz, parabólica, agua, etc.; en las montañas se pueden ver arroyos artificiales para el agua de lluvia. El campo está perfectamente plantado: maíz, trigo, girasoles, viñedos… en resumen, las carreteras están limpias hasta la ofensa, no hay un envase o bolsa tirada a lo largo del camino, las áreas de descanso cuentan con todo: gasolina, restaurante, comida fría, bebidas, souvenirs, baños, duchas… todo en muy buen estado y limpios.
Llegamos a un poblado pequeño llamado Chamonix que está en las faldas de Mont  Blanc en los Alpes: el pico más alto de Europa – 4,000 mts. El poblado es netamente turístico, además base de alpinistas que se ven muchos; del pico ¿qué se puede decir? Que es sacado de la fantasía, se ve que toca el cielo y que su juego con las nubes es alucinante. La blancura de su nieve y el azul del cielo nos invitan a volar… y pensar que pasamos por dentro de él: un túnel de casi 12 kms. para –al salir –estar ya en Italia.

II – Italia

 …Y una sorpresa más: estamos en Italia y nadie nos revisa ni obstruye el paso, nadie pide pasaportes. Llegamos a Turín a las 8:00. A descansar. Por la mañana salimos a Verona.
Domingo 20: aproximadamente serán  400 kms. Siguen los campos de viñedos, trigo y maíz. Llegamos a Verona y entramos por la puerta de la ciudad, que tiene varios siglos de antigüedad; dentro caminamos junto a la antigua muralla de la ciudad hasta llegar al centro. Claro que fui tocando o rozando los muros para sentir la historia, ser parte de ella.
Lo primero que deslumbra al llegar es la Arena, que se asemeja mucho al Coliseo pero de menor tamaño; fabulosa y bien conservada para su edad. De ahí a callejonear y a comer un buen trozo de pizza (nada qué ver con la que conocemos), luego a la Plaza del Erbe donde a un costado se encuentra la estatua de Dante Alighieri; la plaza es bella como todas las que hemos visto, con sus estatuas, grabados y su sabor pueblerino. Por cierto, no importando sea domingo, muchos negocios cierran; aquí descubrí el valor de los Mc Donald’s en Europa: sirven para tener dónde ir a cagar.
De Verona a Venecia, haciendo una breve parada en Padua, donde visitamos la Iglesia de San Antonio, que está ahí sepultado. A Venecia hay que ir en el vaporetto (barco), ya que está a 30 – 35 minutos de tierra; la plaza de San Marcos es bellísima y grande. De su catedral, ¿qué decir?... sólo admirarla y pensar en cómo se edificó sobre barrotes en el mar…
Venecia pasó a ser parte de Italia en 1870, y cuando ésta se unió al país nadie hablaba italiano ahí. Por supuesto no faltó el paseo en góndola por los canales de la bella ciudad, dirigiendo nuestro paseo el gondolieri y acompañados a un lado por el musicante; no es cierto que apesta el agua de los canales: lo que apesta es la boca de los habladores.
Lunes 21: salimos a Florencia. Se ve que Italia también cuenta con una muy buena red de carreteras; además, siguen trabajando en nuevas, y en infinidad de puentes y túneles. Los campos, bien aprovechados; ya se ven muchos olivos. La vegetación tiene 10 o 15 tonos de verde, es delirantemente hermoso este paisaje… por eso los dioses decidieron vivir aquí. Por cierto, hay una palabra que no existe en el italiano: “gratis”; si te descuidas, te cobran hasta la sombra. Pero son agradables… También confirmé que nos entendemos español–italiano –a veces con un poco de dificultad, pero sale uno avanti.
Florencia es mucho más de lo que creemos esperar, mucho mucho más. No por nada es la cuna del Renacimiento. El sólo recordar que por donde van pisando nuestros pies caminaron Miguel Ángel, Da Vinci, Donatello, Dante, Maquiavelo entre muchos, y que donde está uno descansando tal vez alguno de ellos, en el mismo lugar, ideaba alguna de sus obras… es para agradecer a la vida y a Dios la suerte de estar aquí.
Lo primero que ve uno al entrar es la torre donde se fabricó la primer moneda del mundo moderno: el “florín”;  luego, a caminar por todas sus calles empedradas para sentir ese viento nuevo con sabor milenario…  Santa María de Fiore es simplemente exquisita: además que cuenta en su interior con los restos de los maestros arriba mencionados, el duomo es sencillamente indescriptible por lo magnífico y gigantesco, todo recubierto de mármol blanco y verde. Su cúpula se ve inalcanzable –sólo los ángeles lo hacen–, el Baptisterio con su Puerta del Paraíso, que se llama así porque está grabada en oro la vida de Jesús.
La Plaza Della Signora es sencillamente un museo al aire libre, con piezas que cualquier recinto quisiera guardar. Ahí estaba el “David” (ahora está una réplica sensacional, ya que el original se encuentra a unos metros, en el Museo de la Academia) luciendo su belleza; una plaza que se vanagloria de lo que es. Gente de todo el mundo vamos a presentarle nuestra admiración y respeto. Gracias, Florencia, por existir.
La Galería de los Uffizi, otro de los museos más importantes del mundo, está aquí… desgraciadamente no se puede tener todo en la vida, y por ser lunes no pude entrar, pero espero volver pronto para entrar. Lo bueno es que logré entrar al Museo de la Ópera de Santa María de Fiore, donde se encuentra una de las “pasiones” de Miguel Ángel, además de una obra que me llenó tanto de dolor como de felicidad: “La Magdalena” de Donatello; también la puerta original del “Paraíso” del Baptisterio. Insisto, hasta hoy los italianos han sido amables y corteses con la gente…
El Puente Vecchio guarda esa atmósfera antigua a pesar de que está completamente lleno de joyerías en su mayoría –nos han dicho que cuidemos nuestras pertenencias, pero no hemos visto nada irregular–; los carabinieri se ven hasta aburridos con tanta gente que vamos con los ojos desorbitados y la boca abierta (algunos dejando un delgado hilo de baba), las mujeres italianas son bellas…
Martes 22: cruzamos los Pirineos para llegar a un pueblo medieval todo de piedra, Asís, que es donde descansa San Francisco de Asís. El pueblo está en la cima de un monte; lo más importante de ahí es su iglesia, que es imponente por su tamaño. En su interior sus tesoros, entre los cuales está la obra de Giotto en sus techos y paredes. La iglesia cuenta con tres niveles; en la parte media hay un mirador con una vista paradisiaca, en la planta superior un museo con auténticas joyas de los siglos XII–XVI: sellos, cálices, tiaras, pinturas, cruces, etc.; en la tienda de recuerdos tuve un diálogo con un fraile para que bendijera unas cruces, hubo una conexión espiritual y la vibra positiva fue bastante nutriente.
De ahí, directo a Roma, a la cual llegamos alrededor de las 4:00 p.m. aproximadamente; de inmediato dimos una vuelta en la que vimos la Muralla de Adriano (que construyó cuando empezó a temer a sus enemigos; perdió en 100 años lo ganado en 1,000 –no sé por qué pero me recuerda a nuestros vecinos… ahí les hablan, gringos; ojalá la historia se repita).
Pasamos por las Termas, la Plaza de la República, la Ciudad Antigua, luego caminando con una excelente guía romana –Claudia –nos llevó por una calle pequeña donde vimos unas columnas, para luego dirigirnos a la Plaza Nonova, ocultándonos lo que en segundos íbamos a ver, ya que entrando a la plaza y al voltear a la izquierda, nos cegaría el rayo de la creación: ahí estaba el Panteón con sus gigantescos pilares de 13 mts. y 13 toneladas, cada uno tal vez de seis metros de diámetro, su puerta que aún funciona a la perfección.
Al entrar explota uno de emoción… brotan las lágrimas que ya no se pueden evitar; quisiera explicar lo que se ve pero no hay palabras: estoy pisando algo construido en el siglo I, es asombroso que se haya construido algo de tal magnitud y belleza sin la maquinaria actual… Bueno, no nos lo imaginamos porque hemos ido decreciendo el uso de nuestro cerebro. Hay algunos que aún no lo inauguran.
De ahí ahora sí la Plaza Nonova, que ocupa el área donde estaba el Circo, y era ahí donde verdaderamente echaban las fieras a los cristianos; había carreras de carruajes jalados por caballos, 2, 6, 8.  En el lugar cabían 20,000 personas sentadas cómodamente. Por cierto, volviendo al Panteón: tenía en el frente una enorme placa de bronce con la historia de Roma, que fue arrancada por los Papas para fundirla y meterla en la Iglesia de San Pedro, así como el mármol que se usó para varias iglesias.
En la Plaza hay esculturas de Miguel Ángel y de Bellini además de muchos otros, saludando con su porte al caminante. La Fontana de Trevi es también más grande y bella de lo imaginado… Total, que aquí todo es más grande y bello; pobre de mí, que al ver todo esto en fotos creí conocerlas, ¡qué ingenuo fui! Claro que tiré mi moneda a la fuente esperando se cumpla mi deseo, que aunque no se dice… se imaginarán cuál es.
Grazie tante, Roma. Sólo  me queda tomarme otra botella de vino para calmarme; esto ha sido –y sigue siendo –demasiado para mí.
Miércoles 23: hoy… lo esperado por muchos años, la Capilla Sixtina y los Museos Vaticanos. Entramos sin contratiempos ni líneas (es la ventaja de ir con guía), no voy a decir que hay esculturas, objetos, pinturas: voy directo a la Capilla, pero antes de llegar hay una sala con una colección de tapetes de tal vez 4 x 5 mts. Entre muchos, hay dos hechos por alumnos de Rafael que representan a Jesús, y uno en especial, donde Jesús sale de una tienda con la mano extendida, y hay una mesa frente a Él; al entrar en la periferia de su mirada, ésta te sigue hasta que te pierdes, así como su mano se va moviendo junto contigo, y la mesa va cambiando de posición y tamaño.
El cielo de esta sala, se ve curvo… pero no, no es así. Son techos planos, y sólo te das cuenta pegado a la pared, viendo hacia arriba para distinguir levemente el ángulo recto… por Dios, ¡que alguien me diga que no estoy soñando!, mis ojos ven los relieves, las curvas… pero NO, la realidad es otra completamente diferente; estos genios han jugado por siglos con nuestros sentidos…
Dentro de la Sixtina todo lo que ves no es pintura, sino sentimientos, dolor, tristeza, asombro, alegría, vida… eso es: vida comprimida en colores; todo lo que hizo aquí Miguel Ángel fue conectar su pincel con el hilo de la vida, y dejarlo preso en este lugar, para que cada uno de los que vemos con algo más que los ojos, lo mantengamos con ese aliento divino. No hablan los personajes porque todo lo dicen con la mirada y su color, sublime, exquisito, escalofriante… suda el corazón y divaga la mente, se embotan los sentidos y es necesario aire fresco para digerir lo que se acaba de vivir.
Después pasamos por las tumbas de los Papas para entrar directo a la Iglesia de San Pedro –la más grande del mundo –y claro: todo es inmenso, plagada de esculturas, su cúpula queriendo tocar el cielo, la inmensa Silla de San Pedro, fabricada con el bronce arrancado del Panteón, el Coliseo y otros templos. Por supuesto el mármol también está aquí. En la parte superior del lado derecho, antes de salir, hay unas obras que a simple vista son unas pinturas, frescos; pero no, otra vez, no: son mosaicos que hay que observar con mucho cuidado y fijando la vista para confirmar que no es pintura…
La explanada de la iglesia está sobre lo que fue el Circo de Calígula y Nerón, donde también se echaba a los cristianos a las fieras, y no en el Coliseo, como se cree. Saliendo de ahí tomamos un autobús que nos dejó a un costado de la Plaza de la República, por lo que tuvimos la oportunidad de volver a deleitarnos con tan magnífico monumento (que por cierto, a muchos italianos no les gusta mucho, pero es comprensible ya que no tiene la edad de otros monumentos, y teniendo obras tan magníficas, una más qué da).
De ahí, caminando a la Ciudad Antigua que está a pocos minutos para robarnos un poco de historia e imágenes, luego al Coliseo para admirar de lejos y de cerca su estructura, que por cierto en las fotos se ve demasiado pequeño a como es, en comparación de otras edificaciones; caminar junto a él, tocarlo y sentirlo, es encontrarnos a nosotros mismos, es comprender muchísimas cosas ocultas en nuestra memoria.
Para no olvidar estos momentos comimos en un restaurante al aire libre, precisamente a unos 100 metros del Coliseo y teniéndolo de frente, y hacer un brindis con un excelente tinto italiano… Pero, perdón por el grandísimo error que estoy a punto de cometer al no mencionar que, antes de salir de la Iglesia de San Pedro, por supuesto que fui a conocer la “Piedad” del genio de genios del arte, Miguel Ángel.
La obra está tras un cristal blindado, tal vez a cinco metros de distancia del espectador, gracias a un demente que atentó contra ella (pobre estúpido). ¿Qué decir ante tal maravilla?  Diré que tiene vida y se mueve, que no es simple mármol, que hay una energía que la rodea,  que corre a través de ella y se mueve; mis sentidos no dan más, esto es un exceso espiritual…
Ahora sí, retomo lo hecho; después de comer fuimos en busca de la Iglesia de San Pietro in Vincoli, a unos 300 – 350 mts. de ahí aunque un tanto escondida. El recinto está en penumbra, así como donde está el “Moisés” del maestro Miguel Ángel, que otra vez no hay palabras para describirlo en su perfección, en su vida;  y además, si su creador le pidió que hablara y no lo hizo, ¿qué derecho tengo yo para pedírselo? Volvimos al Panteón para admirarlo por segunda vez y despedirnos de tan gran obra, que si no la ves, no hay forma de creer.
Jueves 24: salimos temprano rumbo a Pompeya, la antiquísima ciudad devastada por el Vesubio (que por cierto, se mantiene en actividad). Hicimos un paseo por gran parte de la ciudad donde vimos tiendas, graneros, casas–habitación ricas y pobres, la arena, el teatro, el lupanar con sus camas de piedra y aún pinturas eróticas en las paredes; algunas casas aún cuentan con su pintura original, hornos para pan, baños… bueno, todo lo que necesita una sociedad. A cada minuto nutre uno más su espíritu; a cada minuto da más vueltas el cerebro y se sacuden las neuronas. Aquí en este lugar probé el famoso “limoncello”, bebida alcohólica muy fuerte hecha a base de limón, muy sabrosa.
De aquí salimos rumbo a Nápoles, uno de los puertos más importantes de Italia, lugar que conocimos poco ya que fuimos directo al puerto a tomar un barco que nos llevaría a la paradisiaca isla de Capri, a la cual arribamos después de navegar casi una hora por este segundo cielo que es el mar Mediterráneo, con ese azul tan bello al que los rayos del sol cubren de estrellas al choque de la luz con el movimiento de sus aguas… Llegamos a Capri; de inmediato subimos a una lancha que nos llevó a recorrer las bellezas de la isla, tal vez una tercera parte. Hay unas grutas que juegan con la luz y cambian de color; también se encuentran unos farallones que parecen dos guardias dando paso al mar.
Luego, ya en tierra, en un pequeño autobús (20 personas) y por un pequeñísimo camino curvado y a buena velocidad, nos llevaron a la cima –300 y tantos metros –a un restaurante donde comimos sabroso; después fuimos al mirador, desde donde se alcanza a ver Nápoles, Sorrento, el Etna, y la inigualable belleza de este lugar. Lo triste es cuando te dicen que hay que volver; quisiera uno detener el tiempo y estar aquí una eternidad. Por cierto: fue aquí donde bañé mis manos, cuello, cara  y cabeza con el agua del Mediterráneo; no podía volver sin haber hecho esto. Misión cumplida, grazie, Italia.
Viernes 25: salimos muy de mañana. Siguen los paisajes de postal, o tal vez del Edén, siempre bordeando el Mediterráneo hasta llegar al objetivo, Pisa, que (volviendo a lo mismo): otra gran agradable sorpresa. Yo en lo personal, y siendo tan estúpido como soy, tenía una escasa idea de la Torre que al llegar ahí y verla junto con el Baptisterio… la grandeza de su Catedral, la inmensidad y blancura de las tres edificaciones, me cayeron como un rayo entre la frente y el corazón; al cruzar la puerta del muro que las encierra, sentí que la sangre me hervía y galopaba por mis venas, haciéndome sentir un gigante por el solo hecho de estar ahí, por el poder y el permiso que me dan estas estructuras de –por medio de mis retinas –retenerlas y guardarlas de por vida en mi memoria, para gozarlas cuantas veces yo quiera. Antes de salir de ahí volteé a ver la Torre, que inclinada se despedía de mí haciendo una cortés reverencia –grazie tante.
Seguimos nuestro camino a Niza, otra vez en la bella Francia… gracias Dios por el Mediterráneo, pero más por dejarme verlo… el bendito Mediterráneo (te hablan, Serrat). Pasamos la noche en Niza, no quisimos ir con algunos del grupo a Mónaco, se nos hizo demasiado frívolo y poco interesante. Mejor leo “Hola” y me tomo un par de botellas de vino que compré en la tienda de la vuelta.

III – España

Sábado 26: salimos a Barcelona. A media mañana llegamos por fin a la Madre Patria, que curiosamente nos da la bienvenida en un lugar conocido como la “Pirámide Azteca” que (aunque muchos no lo noten) efectivamente es una pirámide azteca formada en un pequeño monte, bien delineada por la mano del hombre (casi lo aseguro) y coronada de una especie de templo; entramos por la región catalana, llegando a Barcelona alrededor del medio día. De inmediato nos dieron un paseo por esta hermosa,  moderna y limpia ciudad, donde lo más importante fue conocer esa majestuosa edificación que es la Sagrada Familia; está toda en movimiento: no hay sitio que no tenga el pasar del viento, la caída del agua, el aleteo de un pájaro, o simplemente el vaivén de las hojas del árbol… te cubre y te atrapa con su movimiento.
De ahí fuimos a Mont Juic.,  donde –por cierto –al bajar del autobús bajé un tanto mareado (tal vez por la Sagrada Familia, o por tantas curvas para subir, o la calle inclinada, o tal vez me sentía Torre de Pisa, bueno…). Ya en el Mirador nos calmamos un poco, para otra vez tener una vista magnífica viendo todo Barcelona, su bahía, su encierro entre la montaña y el mar.
Regresamos al hotel  y de inmediato salimos a gastarnos el tiempo –y los euros –que nos quedan para esta bellísima ciudad, atrapada entre las montañas y el mar (¡qué bueno!, es una manera de asegurarnos que va a estar aquí cuando volvamos). Fuimos a una tienda grandísima con varios niveles, llamada el “Corte Inglés”, que al parecer es muy conocida por acá; pareciera que es muy cara pero no, los precios son muy accesibles, tal vez porque estaban en rebaja (te hablan, Sabina). Compramos algo y tuvimos una cena inolvidable al aire libre muy rica y barata; los meseros atienden bien y además hay confianza absoluta al cliente, ya que ellos no cobran ni te traen la cuenta, uno tiene que hacer línea en la caja para pagar. Tal vez por ser fin de semana había, en un parque cruzando la calle, música en vivo; el parque tenía un lago artificial con cisnes –éstos sí de verdad–, y al fondo una pequeña cascada iluminada por la cual podías pasear por atrás del agua. Regresamos tarde al hotel a tratar de descansar, ya que por la mañana salimos rumbo a Madrid.
Domingo 27: salida a Madrid pasando por Zaragoza, donde visitamos la iglesia de la Virgen del Pilar (“La Pilarica”, como le llaman aquí); el recinto está bellamente decorado y se ve la devoción desbordada de los creyentes. Llegamos a Madrid por la tarde, y en cuanto nos dieron la llave del hotel, a correr a las calles de Madrid y respirar nuestros ancestros y reflejarnos en su sol. Lo que alcanzamos a conocer fue el Parque del Buen Retiro y la famosa Puerta de Alcalá, que en realidad son dos en una, ya que se hizo a base de dos diseños diferentes (gracias al descuido de Carlos III).
Ya habiendo respirado el aire de Madrid, pues, a donde apuntó el pie, y junto con otra pareja del grupo nos fuimos al centro, a una hora de camino más o menos. Primero comimos, luego seguimos caminando, teniendo la suerte de ver un espectáculo de mimos en la calle, que estuvo graciosísimo.
Poco después, y preguntando, llegamos a un lugar llamado Torres Bermejo, donde vimos un espectáculo también soñado por mucho tiempo: un tablao en vivo. El lugar es bastante acogedor, con el decorado completamente morisco incluido el techo, atención buena y amable, y el espectáculo con todo el sabor de esa España  por mí esperado por muchos años… un espectáculo maravilloso con esa esencia  mora/flamenca/española: dos guitarras, dos cantaores, cinco bailarinas y un bailaor varón que se llevó la noche. Bailaron individual, en pareja, en trío, guitarras solas, con los cantaores, con castañuelas; hubo de todo, pero con todo respeto (y hago una reverencia al bailaor varón increíblemente fabuloso, inspirado hasta el hueso transmitiéndonos su arte, ¡olé, olé, y olé) nos salimos de ahí porque encendieron las luces y nos dijeron que ya iban a cerrar (¡olé, olé y olé!).
Tomamos un taxi al hotel y, sorpresa: a un lado de los elevadores y del bar seguían ahí otros compañeros del grupo, y no hubo más remedio que seguir la fiesta… hasta que, amablemente también, nos dijeron que cerraba el bar. Asi que, faltando poco para el amanecer madrileño, nos fuimos a dormir…
Lunes 28: vista panorámica de Madrid, donde vimos lugares que algunos (por vagos) ya habíamos visto; lo que faltaba era la plaza de toros “Las Ventas”, no la más grande pero sí la más importante del mundo para los que nos gusta la fiesta brava.
Nos divertimos muchísimo con los comentarios pujantes del guía español, con comentarios a la embajada de los E.U.A., a los Beckam, a los diputados, a los maestros, a Franco, a los reyes, a Bolívar y Chávez, a la princesa… Total, una agradable mañana.  Comimos en un lugar llamado el “Museo del Jamón”: rico, barato, y en demasía. Ya no nos cupo el postre.
De ahí, a eso de las 3:30 p.m. a Toledo, que está a escasos 70 km., la antiquísima y original capital de España; ciudad amurallada y fabricada con piedra, con calles estrechas y a desnivel, situada en una colina similar a Asís –antes mencionada–.
Entre todo lo bello de esta ciudad, lo que iba buscando era una de las tres más grandes obras de la pintura universal, que se encuentra en una de sus iglesias: “El Entierro Del Conde De Orgaz”, que por cierto, no ha salido del lugar, y a los pies de la obra se encuentra sepultado su autor, el gran Greco. Sin lugar a dudas se puede decir que esta obra no tiene igual, y que –en el buen sentido de la palabra –es una obra “que no tiene madre”. Es exquisita centímetro a centímetro, mas cabe resaltar el vestido de uno de los personajes, que parece moverse al compás del aire.
En Toledo también entramos a una de las sinagogas más antiguas de Europa, que sobrevivió gracias a que se convirtió en iglesia. Aquí tuve la oportunidad que nadie más del grupo tuvo: caminar por el lado donde estaba el piso original, y no donde ellos estaban ¡já y olé!
Martes 29: 6:00 a.m. Baño, desayuno con un buen café, y al otro sitio esperado y soñado por años… el Museo Del Prado. Desde el hotel hicimos como 45 minutos caminando –ya tenía ubicado el sitio–, fuimos de los primeros en entrar; tomamos un mapa y básicamente lo que vimos fue pintura, que es lo que queríamos ver; les digo sin temor que fue una aventura celestial, que casi volamos acompañados de ángeles (además que gran parte de las obras son de tema divino). ¡Imagínate a Bosco–Rubens–Durero–Tintoretto–Velázquez–Ribiera–Goya en un solo lugar, y al alcance de la mano! Es un choque electrosensorial, una tromba de imágenes y color, un hablar con el pasado del futuro, una lógica ilógica. Es el llanto de alegría por el hecho de estar.
Bueno, para mis pocos gramos de cerebro, sería agotarlo si tratara de platicar y/o explicar cada uno de los cuadros, por lo que sólo me referiré a algunos (pidiendo de antemano a los maestros perdón por no referirme tal vez a sus cuadros preferidos), “Las Meninas” –¡mi Señor, “Las Meninas”! Esta obra es una mentada a nuestra percepción sensorial; la perspectiva, la luz, las sombras, los personajes… la Menina más pequeña te hace sentir su inocencia y curiosidad al ver tanto extraño delante de ella, parece como querer hablar si le miras a los ojos… Velázquez frente al caballete medio burlón, diciendo “¿no os dais cuenta que os estoy pintando a vos para atraparos para siempre aquí junto a mis Meninas?” Eso es, es un hechizo que se ha de envidiar… luego, el niño en el lado derecho que patea al perro  lo está patee y patee, y se ríe de su travesura; nadie le decimos nada, porque te descuidas y detiene el pie, pero lo vuelves a ver y se sigue moviendo; ¡pobre perro, tener que aguantar esto durante siglos!, hey chaval, ya estate quieto, que quiero seguir la visita por el museo…
“Los Fusilamientos de Mayo” del maestro Goya es otro balde de agua helada. No te puedes mover porque no sabes cómo dejar solo al pobre hombre, que a cada segundo está a punto de ser fusilado… y al verlo a los ojos te transmite su miedo a la muerte. Luego, ver al que está caído, inerte, y ver la sangre es olerla y verla correr ahí mismo hasta manchar el piso, es sangre fresca, es escalofriantemente real…
“Saturno Devorando a su Hijo”, que con sólo dos pinceladas de Goya en los ojos, lo hace ver un ser desesperado –mas no hambriento –por desaparecer a esa criatura incapaz de defensa… Las pinturas de Goya son dolor–tristeza–miedo–terror–horror, y todo lo sientes. Por otro lado, las vírgenes de Rafael son ternura–fidelidad–amor; les ves las facciones, los ojos, y están llorando por ti, por mí. Lloran en verdad.
Definitivamente, ninguna foto o lámina en la mejor edición  te va a hacer vivir lo que es la obra real. La real vive, grita, se mueve, huele, llora, canta… Un papel sólo va a ser un papel. Perdón, pero así es.
Salí extasiado y lleno de energía y con mi mente trabajando al máximo asimilando lo que acababa de vivir; yo sé que después de estos días soy otro –lo más seguro, ¡y qué bueno!  es que no lo noten, porque no se trata de eso –¡olé, ajúa y olé! (Piporro).
De ahí al Palacio Real y sus jardines. Ya no tengo palabras para describir la magnificencia y belleza de este lugar: tomemos cualquier descripción anterior, y como anillo va a caer en esta residencia. Ya con hambre, decidimos volver al “Museo del Jamón” a comer, despidiéndome de él con una deliciosa paella, un buen gazpacho, una chuleta de ternera (creo), todo acompañado por el buen vinillo de la casa. Salimos de ahí a caminar y a hacer algunas compras, regresamos al hotel a descansar un poco (tal vez 2 horas), durante las cuales me tomé media botella de vino, para luego irnos a ver al Ballet Flamenco de Madrid en el  teatro “Reina Victoria”. El espectáculo fue excelente: flamenco/ballet más algo de bailes regionales que me hicieron llorar (¿otra vez?)… pues sí: sentí el arraigo a esta tierra supuestamente desconocida. Sentí el calor de la gente. No me siento extraño. Todo lo siento como parte de mí (esto no quiere decir que me olvide de mi México, de mi raíz, sino que de esta tierra llegamos).
Salimos del Ballet y sin querer regresamos caminando al hotel casi a las 10:00 p.m., y aún con un poco de sol; me compré dos botellas de vino para tomármelas en el hotel y despedirme añorando volver (además que sólo borracho me sacan de aquí).
–Venga –Vale, Madrid…
Desgraciadamente todo acaba, y mañana hay que regresar (más bien; despertar del sueño).
Francia---Italia---España----------------Francia---Italia---España
Gracias por darme tanto y dejarme ser, gracias por la enseñanza, por el calor, por la comida… pero sobre todo, por el vino.
–Merci –Grazie –Gracias… –Merci –Grazie –Gracias…
Nuestro recorrido por estos países fue de 5,000 km. en 16 días.


Claro que estos países tienen sus problemas internos. Pero yo no vine a hablar mal de ellos, ni a marcarles sus errores. Cada quién maneja su casa como mejor cree; no vengo a criticar.
Yo vine a aprender, a empaparme de arte y cultura, que a ellos les sobra.
Yo vine a gozar cada segundo.
Yo vine a compartir energias, a conocer a su gente, a sentir su clima, a ver sus campos.
Vine a llorar de alegría. A dejarles mi amor. Y a gritar mi deseo de poder volver...


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