Cristo no tenía color,
no.
No tenía color
ni tenía los ojos azules,
ni el cabello rubio;
tampoco la piel tostada
ni los ojos negros,
ni castaño el cabello
ni ojos café,
ni era de blanca piel,
tampoco moreno oscuro.
Él
no tenía color;
tenía un gran corazón
que derramaba amor,
tenían sus ojos un brillo
que te bañaban de cariño,
y su voz:
una cascada de bendición;
no tenía patria,
no tenía religión,
Él es sólo amor.
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