Van con los pies descalzos y las caras chorreadas,
caminan por el lado fangoso de la ciudad;
van con los cuerpos casi desnudos,
los puños apretados, los labios resecos y una lágrima a punto de brotar;
parecen estatuas pero son hombres que sienten, no son de metal,
van con los pies ampollados, con el polvo de frente
que a veces los ciega y los hace soñar;
el sol los baña furioso y les pinta la piel,
el frío es implacable y los tasajea a placer,
el hambre hace presa del vientre,
les nubla la vista, les hace las piernas temblar;
son los apestados, son los proscritos de la ciudad,
a pesar que son iguales a ti, a mí, a los demás.
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