jueves, 13 de enero de 2011

El frasco




¿Y si tú…
ya te hubieses ido?
¿y si la lluvia no ha cesado?
¿qué hago, te espero?
¿me mojo? ¿me enojo, o qué?
Si ya te fuiste: qué pena,
si aún estás: qué bueno;
si la lluvia paró, mejor.
Entonces podré despedirte,
darte un abrazo, un beso o dos,
pedirte que no tardes
o que no te vayas tal vez.
Pero, ¿y si ya has partido?
¿y si la lluvia aún no cesa?
Bueno. Me mojo,
total.
Pero si tú ya te has ido ¿qué hago?
¿grito? ¿lloro, o qué?
¿golpeo la pared con el puño,
o le reclamo al tiempo por nunca parar?
¿Qué hago? ¿Qué hago?
¿Te sigo amando, o te olvido?
Bueno pero… ¿y si ya no me quieres,
o si nunca me has querido?
¿A qué voy a despedirme?
¿a ser víctima de ti?
¿Qué hago? ¿Voy?
Pero ¿y si te encuentro con otro?
¿Qué hago? ¿Los mato?
¿Me convierto en asesino o…? ¿Qué hago? ¿Qué hago?
¿Dar media vuelta y retroceder?
¿Dejar que se burlen de mí? ¿Qué hago?
¿Te sigo? ¿te dejo partir? ¿te despido? ¿me quedo? ¿qué hago?
En verdad no sé cómo proceder…
No, no soy indeciso, ni tampoco son celos enfermos,
lo que pasa es que no sé qué hacer.
¡Ah, ya sé!... apago la luz,
me tomo este frasco de antidepresivos… y… amén.


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