Ya son muchos años los que han pasado;
todo ese tiempo han estado engañados,
ellos dijeron que te habían matado,
que contigo habían terminado
pero… yo sé que no.
Ellos también lo saben y se lamentan de su error:
el plomo no era la solución,
en vez de acabarlo, lo hicieron grande,
regaron sus ideales hasta donde entonces
no había podido llegar.
Tu cuerpo inerte quisieron esconder;
¡pobres ingenuos!, nunca imaginaron
que al ponerte bajo tierra
ésta te iba a hacer reaparecer
en millones de flores, en millones de plantas,
millones de semillas,
que por todo el mundo te harían renacer.
Que te habían matado, lo dijeron;
lo gritaron a los cuatro vientos,
¡oh, qué gran decepción
para el de las barras y las estrellas!
Oh, qué gran decepción
para el esquirol que te ayudó.
Pensaron que unas onzas de plomo
eran suficientes para callar tu voz,
para enjaular tus ideas,
para evitar que tu sangre
les quemara por dentro…
Pensaron que pensaban,
decían que hablaban,
veían que miraban… pero no…
Dijeron que te habían matado;
yo sé que no, ellos lo saben también.
Por eso ahora y siempre
cuando está por llegar el mes de octubre
corren a esconderse en sus madrigueras,
sus rostros, nombres y bandera esconden en el caño,
porque saben que al llegar octubre
tu imagen crece y crece,
tu voz es tan potente
que en cada rincón de la tierra
hace eco de tu nombre, y cada hombre
grita a una voz: ¡EL CHÉ, EL CHÉ ESTÁ PRESENTE!
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